Es posible intentar entender que la UDI este en contra de cambiar el Sistema Binominal porque “lo consideran el más estable para Chile”, pero ese argumento pasa a ser dudoso tras el último análisis de los gremialistas que plantearon estar en contra de la Inscripción automática “porque favorece a la Concertación”. ¿Quién les va a creer lo de la estabilidad cuando es claro que el tema de fondo es de cálculo político?
Desde el momento en el que se ponen a sacar cálculos en lugar de ayudar a fomentar el aumento de la participación de los jóvenes en política, que cada día baja más, se entiende que la UDI no quiere un Chile…quiere medio. Es decir, quieren sólo al Chile de sus votos; gobernar a todos los chilenos no es su norte, éste apunta básicamente, a mejorar las condiciones de los suyos (no de todos los chilenos)…digno de la derecha más retrograda.
He ahí la diferencia sustantiva con la Concertación. Si nos pusiéramos estrictos, a la coalición de gobierno no le conviene cambiar el Sistema Binominal, puesto que seguramente perdería algunos de sus escaños en desmedro de los comunistas y humanistas (lo que hoy se conoce como izquierda extra parlamentaria); sin embargo, el conglomerado oficialista lleva casi 20 años intentando de forma infructuosa el cambio del sistema electoral porque entiende que lo otro es excluir a una parte de Chile.
De cualquier modo, lo único que queda claro con el documento de la UDI conocido hace pocos días es que su opción democrática queda en entre dicho cuando le dicen al país que no quieren apoyar un proyecto de inclusión “porque favorece políticamente a nuestros adversarios”.
Lamentablemente, con esto la UDI ha retrocedido 20 años. Todo aquello que había, supuestamente, intentado avanzar con su candidato Joaquín Lavín y con los pactos sobre Modernización del Estado entre Longueira y Lagos, por mencionar algunos hitos que marcaron lo que se creía un cambio de mentalidad y de visión sobre la política, ha quedado en nada.
En este marco, es necesario preguntarse: ¿Cómo puede autodenominarse un partido como “Demócrata” si argumenta permanente, sostenida y reiterativamente la exclusión de otros, ya sea por medio del sistema electoral o por la no inclusión de los jóvenes a través de la Inscripción automática?
viernes, mayo 23, 2008
¿Parlamentarismo Ad Portas?
La destitución de la Ministra Provoste por parte del Congreso, abre un nuevo escenario político para el futuro, al menos para el inmediato, en la política chilena. El gobierno que comenzó teniendo (por primera vez en los cuatro mandatos de la Concertación) mayoría en las dos cámaras del Congreso, ahora está en absoluta minoría, y los escenarios que se abren no son muy alentadores para el bienestar de la política nacional.
El sólo hecho de que se aprobara únicamente uno de los cinco capítulos que tenía la acusación constitucional contra la ahora ex Secretaria de Estado y que éste, además, fuese el “más político” de los puntos presentados, dejan claro que Yasna Provoste, más allá de sus responsabilidades, que son dignas de analizar en columnas aparte, fue sólo una forma de inflingir un daño netamente político al gobierno.
Con este hecho, si no lo había entendido ya, el gobierno debe tener absolutamente claro que dejó de ser mayoría en el parlamento y, que por tanto, -por el bien propio, por el de la Concertación y muy especialmente por el de Chile-, debe negociar con la oposición (entiéndase ésta como la suma de Alianza más independientes) e intentar establecer una línea de acción en las áreas en las que sabe que puede haber acuerdo.
Algunos dirán que eso sería supeditarse al parlamento y pueden tener razón, pero el éxito de un gobierno está dado por sus logros en bien del país y para ello es necesario llegar a los consensos mínimos que nos lleven a avanzar y no a retroceder. La política del gobierno debiese ser de absoluta intención de diálogo, de tal forma que eso le quede claro a la ciudadanía, lo que llevaría a la oposición a “pasar a la pizarra” y mostrar sus cartas de fondo.
No es de extrañar que la “nueva mayoría parlamentaria” vaya a seguir con la tesis del “Desalojo”, planteada por el Senador Allamand y continúe con las permanentes agresiones hacia el Ejecutivo, arriesgándose sin embargo, a un rechazo de la ciudadanía, que siempre se ha mostrado más partidaria del diálogo entre gobierno y oposición. De ser así, las posibilidades reales de que exista alternancia en el poder se ven bastante improbables. Al parecer la oposición ha asumido que no llegará a ser gobierno y por tanto está buscando el cogobierno parlamentarista, lo que sería muy riesgoso para Chile y sus instituciones.
Es de público conocimiento que el parlamentarismo en Chile fue la época en la que reinó el caos institucional y donde el desgobierno era palpable. Hoy, los mismos que ayudaron a Pinochet a crear un sistema fuertemente presidencialista son quienes buscan, producto de sus ansias de poder insatisfechas, generar este nuevo sistema, en el que puedan gobernar desde fuera del Ejecutivo.
La derecha no ha tomado conciencia de que para tener una opción real de llegar al gobierno debe ser, ante todo, responsable. Parece no haber sacado la cuenta de que si lograsen electoralmente el control del Ejecutivo, la posibilidad de que queden en una minoría en el parlamento es real. En ese escenario, se verían expuestos a que la oposición de ese futuro supuesto, busque empatar los propios ataques institucionales que actualmente está realizando la derecha; es decir, en ese momento por ejemplo, la posibilidad de permanentes destituciones de Ministros podrían ser, al igual que hoy, pan de cada día, pasando entonces a tener un desgobierno similar al del parlamentarismo.
No pretendo ser trágico con ese duro análisis, pero sí hacer comprender al lector que Chile se encuentra en una encrucijada hacia su futuro. Los políticos de hoy (de uno y otro lado) tienen en sus manos el que la política como profesión siga en caída libre en las valoraciones de la ciudadanía o retome lo que debiese ser: la capacidad de llegar a acuerdos y consensos que lleven al país a ser mejor.
El sólo hecho de que se aprobara únicamente uno de los cinco capítulos que tenía la acusación constitucional contra la ahora ex Secretaria de Estado y que éste, además, fuese el “más político” de los puntos presentados, dejan claro que Yasna Provoste, más allá de sus responsabilidades, que son dignas de analizar en columnas aparte, fue sólo una forma de inflingir un daño netamente político al gobierno.
Con este hecho, si no lo había entendido ya, el gobierno debe tener absolutamente claro que dejó de ser mayoría en el parlamento y, que por tanto, -por el bien propio, por el de la Concertación y muy especialmente por el de Chile-, debe negociar con la oposición (entiéndase ésta como la suma de Alianza más independientes) e intentar establecer una línea de acción en las áreas en las que sabe que puede haber acuerdo.
Algunos dirán que eso sería supeditarse al parlamento y pueden tener razón, pero el éxito de un gobierno está dado por sus logros en bien del país y para ello es necesario llegar a los consensos mínimos que nos lleven a avanzar y no a retroceder. La política del gobierno debiese ser de absoluta intención de diálogo, de tal forma que eso le quede claro a la ciudadanía, lo que llevaría a la oposición a “pasar a la pizarra” y mostrar sus cartas de fondo.
No es de extrañar que la “nueva mayoría parlamentaria” vaya a seguir con la tesis del “Desalojo”, planteada por el Senador Allamand y continúe con las permanentes agresiones hacia el Ejecutivo, arriesgándose sin embargo, a un rechazo de la ciudadanía, que siempre se ha mostrado más partidaria del diálogo entre gobierno y oposición. De ser así, las posibilidades reales de que exista alternancia en el poder se ven bastante improbables. Al parecer la oposición ha asumido que no llegará a ser gobierno y por tanto está buscando el cogobierno parlamentarista, lo que sería muy riesgoso para Chile y sus instituciones.
Es de público conocimiento que el parlamentarismo en Chile fue la época en la que reinó el caos institucional y donde el desgobierno era palpable. Hoy, los mismos que ayudaron a Pinochet a crear un sistema fuertemente presidencialista son quienes buscan, producto de sus ansias de poder insatisfechas, generar este nuevo sistema, en el que puedan gobernar desde fuera del Ejecutivo.
La derecha no ha tomado conciencia de que para tener una opción real de llegar al gobierno debe ser, ante todo, responsable. Parece no haber sacado la cuenta de que si lograsen electoralmente el control del Ejecutivo, la posibilidad de que queden en una minoría en el parlamento es real. En ese escenario, se verían expuestos a que la oposición de ese futuro supuesto, busque empatar los propios ataques institucionales que actualmente está realizando la derecha; es decir, en ese momento por ejemplo, la posibilidad de permanentes destituciones de Ministros podrían ser, al igual que hoy, pan de cada día, pasando entonces a tener un desgobierno similar al del parlamentarismo.
No pretendo ser trágico con ese duro análisis, pero sí hacer comprender al lector que Chile se encuentra en una encrucijada hacia su futuro. Los políticos de hoy (de uno y otro lado) tienen en sus manos el que la política como profesión siga en caída libre en las valoraciones de la ciudadanía o retome lo que debiese ser: la capacidad de llegar a acuerdos y consensos que lleven al país a ser mejor.
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